nueva mistica
Siempre y cuando…
No retrocedamos. No retrocedamos. La Ley de Medios debe ser aprobada para terminar con el poder desmedido de corporaciones que administran con arbitrariedad las noticias y la información que nutre a la opinión pública.
Por Tomas Abraham | 14.05.2010 |
No retrocedamos. No retrocedamos. La Ley de Medios debe ser aprobada para terminar con el poder desmedido de corporaciones que administran con arbitrariedad las noticias y la información que nutre a la opinión pública. Es absurdo defender desde un punto de vista republicano o progresista la situación existente hasta la fecha de la elaboración de esta ley. Sigamos adelante. La promulgación de la ley debe terminar con los monopolios de cualquier signo, no sólo con el de Clarín. También vale para las ambiciones de poder del personal gubernamental transitorio que hoy nos gobierna. No hay que permitir el uso de los bienes públicos como el del canal estatal o la rebautizada Televisión Pública para proteger intereses corporativos, familiares, privados y partidistas de quienes están ahora o en el futuro al frente de la información oficial.
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La administración de los medios masivos de comunicación públicos debe estar a cargo de autoridades que impidan el uso y abuso de propaganda disfrazada de información sobre obras y logros presentados con un parche en el ojo; es decir, de modo sesgado. Sólo podría equilibrarse este tipo de noticias con otras a cargo de la oposición mostrando las obras inconclusas, lo anunciado y jamás ejecutado, los sobreprecios pagados, el verdadero funcionamiento y mantenimiento de lo ya inaugurado, lo licitado y detenido, lo jamás emprendido, etc. Lo que es absurdo.
Estamos a favor de la televisación del fútbol por el canal oficial, ya que el fútbol es una distracción masiva que no tiene por qué estar restringida a los pocos que pueden pagar el cable. Pero debe prohibirse que se use para fortalecer el poder de los Kirchner con los espacios publicitarios que enaltecen su política una vez más hasta el hartazgo con su “esto lo hiciste también vos”. Está bien mejorar el negocio del fútbol y evitar la quiebra de los clubes con contratos espurios a favor de un grupo de medios, siempre y cuando los responsables de la situación que llevó a tal estado de cosas –Grondona y la clase dirigente de los principales clubes de fútbol– no sigan siendo los dueños, esta vez con nuevos socios políticos, y que no todo termine en una mera redistribución en bolsillos privados de los dineros fiscales. Fútbol para Todos, sí; estafa a favor de pocos, no.
Está bien que tengamos una línea de bandera y no una sucursal de un grupo inversor que invierte poco y nada, siempre y cuando haya un control sobre las operaciones contables de la empresa y que no sea otro canal de corrupción más en manos de funcionarios que jamás han dado cuenta del uso de los subsidios a los transportes como si el asunto fuera un secreto de Estado del que más vale no enterarse.
Está muy bien distribuir computadoras en todas las escuelas –cómo se va a estar en contra de tal adelanto pedagógico– siempre y cuando los programas de enseñanza se hayan actualizado y los docentes se reciclen para estar a la altura de la potencialidad del nuevo medio. Si no fuera así, sólo estaríamos distribuyendo chatarra a costa del erario público.
Está muy bien estatizar los Fondos de Pensión en manos de aseguradoras que no hacían más que financiar compras de artículos domésticos y adquirir bonos del Gobierno, siempre y cuando no se vacíe la caja de jubilaciones y los futuros jubilados no vuelvan a hacer colas por monedas. Hay que ser cauto y previsor en un país en el que los fondos de la Anses se usan para todo tipo de subsidios, mientras millones de jubilados apenas sobreviven con ochocientos pesos al mes para comida y remedios.
Está muy bien que la política vuelva a nuestras mesas familiares, oficinas, bares y que la gente se interese por los asuntos colectivos. Siempre y cuando la política no se convierta en una “botonería” en la que acusemos de lo que han hecho y dicho algunos en otras épocas y escondamos bajo la alfombra lo dicho y hecho por nuestros “compañeros” y aliados. El problema de la denuncia como profesión y vocación es que orilla la estrategia del buchón que manipula el mal ajeno para quedar con ventajas en el bien propio. Si hacemos un recorte de los últimos cincuenta años, podríamos ver que en un país en el que gobernaron dictaduras militares, gobiernos civiles minoritarios y mayorías que quieren olvidar todo lo vil y condenable que apoyaron, el circuito de ángeles es muy ajustado. Son pocos los livianos de culpas que pueden volar.
Sucede que hay quienes están convencidos de que la guerra no terminó. Piensan que la guerra es interminable. No se sabe cuándo comenzó, si con Abel y Caín, con la esclavitud en el modo de producción antiguo, con la conquista, el colonialismo, el imperialismo, a lo largo y a lo ancho de toda la historia, ya que se resume en la crónica infinita de las víctimas de la lucha de clases. Por eso están de fiesta quienes para continuar con este fragor revitalizante prosiguen su guerra de liberación con sus himnos a los héroes de este poscapitalismo, desde la ETA a Bin Laden. Para iniciarnos en el tema, tenemos la acción del periodismo revolucionario subsidiado por el Estado como cualquier producto de góndola catalogado de artículo de “primera necesidad”. Es absurdo retroceder. Sigamos adelante. Nadie quiere volver a los tiempos de la Alianza con un Cobos que es ni chicha ni limonada o con un Alfonsín clonado en miniatura. En algo estoy de acuerdo con la Liga del Sur de Solanas y Lozano, cuando dicen: “¡Todo al Estado!” Apoyo la idea de que se convierta en el principal inversor, que la economía sea dirigida desde una política pública y con planes quinquenales. Pero imagino que no vamos a hacer la fantochada de la década del cuarenta cuando a los partidos de fútbol de nuestro campeonato los dirigían árbitros ingleses por ser “imparciales” y por falta de confianza en los referís “criollos”. Quisiéramos creer que no contrataremos supervisores y contadores suecos, daneses y finlandeses para mejorar nuestro rating en Transparency International y asegurar honestidad en la gestión de los bienes públicos. Si hasta ahora el Estado y su gente han hecho la vista gorda y se han cebado con coimas y remesas del dinero de los privados, podemos imaginar lo que puede llegar a suceder cuando toda la plata se genere por funcionarios en ropa de entrecasa y todo dependa del cuidado de sí mismo.
Para que esto no ocurra, se necesita una nueva mística que haga posible un sistema de controles que triunfe sobre los poderes inmensos que tratarán de evitar con todas las artimañas posibles una mejor gestión y un uso democrático del esfuerzo de todos. Necesitamos nuevos valores, no tanto ideologías de guerra, sino ejemplos de políticos que sean mejores que la ciudadanía, no iguales o peores. Sí, aunque suene extemporáneo, eso que se llama héroes y que no siempre andan a caballo con sombreros bicornes o boinas con estrellita, me refiero a seres humanos no tan militarizados que nos hagan sentir vergüenza por no estar a su altura moral.
Diógenes salía a las calles de Atenas con un farol en busca de “un hombre”; nosotros faroles tenemos, pero aún no nos dimos cuenta ni siquiera de que deberíamos buscarlo.
*Filósofo(www.tomasabraham.com.ar).
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