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viernes, 14 de octubre de 2011
Artículo de Martín Caparrós sobre los festejos por el 12 de octubre y la definición de "pueblos originarios"
Qué fantástica esta fiesta
Por: Martín Caparrós | 12 de octubre de 2011
Es hoy: desde hace siglos que el día es hoy pero ha cambiado, como todo, de nombre y de sentidos. Ya casi nadie habla de Día de la Raza: queda raro. En España dicen Fiesta Nacional –por antonomasia– y no tratan de explicar por qué no eligieron, como la mayoría de los países, un día de liberación sino uno de conquista. Otros se han puesto, últimamente, del lado del oxímoron: recuerdan el 12 de octubre por lo contrario de lo que pasó, y dicen que es el Día del Respeto a la Diversidad Cultural –Argentina–, del Descubrimiento de Dos Mundos –Chile–, de la Resistencia Indígena –Venezuela– y así de seguido.
En cualquier caso, hoy todos feriamos y festejamos sin saber del todo qué: la llegada, parece, de aquellos –casi– hispanos que durante siglos fueron presentados como una bendición hasta que las nuevas historias oficiales los convirtieron en el principio de un desastre.
El cambio de discurso fue gradual, pero terminó de consagrarse hace veinte años, cuando un dizque rey de España –que ya era este señor– fue a Oaxaca a saludar indígenas. Alguna vez vamos a hablar del rey de España, esa expresión extrema de la incapacidad para abstraer que ciertas culturas enarbolan. Por ahora hablamos de otros arcaísmos.
Como, por ejemplo, la relación de los biempensantes latinoamericanos con sus indios. Los llaman, en esta etapa de la culpa, pueblos originarios, que es lo mismo que decir aborígenes pero con un curso menos de latín. Los llaman pueblos originarios, como si hubieran crecido en las ramas de un ombú –o como si la historia no existiera.
Todos llegamos, alguna vez, a América. Los que ahora son originarios llegaron hace quién sabe quince, diez mil años. Y desde entonces fueron cambiando de lugares y poderes: un pueblo ocupaba un espacio, después otro lo sacaba de allí o lo sometía y después otro –como sucede en todas partes, penosamente, siempre. Pero la historia oficial biempensante arma una especie de cuadro ahistórico, idílico, estático en que, alrededor del año 1500, había pueblos originarios casi felices y muy legítimos y consustanciados con sus territorios, y llegaron unos señores malos y pálidos que los corrieron a gorrazos.
Los corrieron, en efecto, y eran malos, pero no más que los que los corrían cada tanto. Cortés y Pizarro pudieron invadir porque se aliaron a las víctimas de los aztecas y los incas, que preferían cualquier cosa antes que ser comidos –por los unos– o esclavizados –por los otros. Eran, sí, de color más clarito y venían de más lejos; seguramente algún esclarecido podrá explicar cuántos grados de diferencia de tono epidérmico, cuántos kilómetros de distancia separan a un invasor legitimado de uno ilegítimo. Con lo cual no pretendo justificar la invasión española, avalancha de dioses y saqueos; sólo decir que sus víctimas habían hecho lo mismo con otras víctimas unas décadas, un par de siglos antes.
En Argentina, donde todo es más reciente, está muy claro: los mapuches que ahora penan en el sur andino entraron desde Chile a fines del siglo XVIII, y echaron a sus ocupantes anteriores, los tehuelches; entre 1830 y 1875, el coronel neokirchnerista Juan Manuel de Rosas y el general viejoliberal Julio Argentino Roca se lo hicieron a ellos. Pero nada de eso importa mucho en la imagen congelada. La causa de los pueblos originarios se ha convertido en uno de esos lugares comunes que, de tan comunes, eluden cualquier tipo de debate.
El indigenismo, decía uno, es una enfermedad infantil del nacionalismo –y el otro le contestaba que el indigenismo es la versión social del pensamiento ecololó. En una sociedad que está hecha de mezclas, que debe seguir mezclándose para reinventarse, progres claman por la tradición, la pureza, la "autenticidad" de los originarios. Es esa idea conservadora de detener la evolución en un punto pasado: esa idea que cierta izquierda comparte tan bien con la derecha, aunque la apliquen a objetos diferentes.
Los progres defienden encarnizados los derechos de los aborígenes a seguir viviendo igual que sus tatarabuelos. ¿Por qué se empeñan en suponer que hay sociedades “tradicionales” que deberían conservar para siempre su forma de vida, y que lo “progresista” consiste en ayudarlos a que sigan viviendo como sus ancestros? ¿Porque ellos mismos siguen usando miriñaques y polainas, casándose con vírgenes o vírgenes, viajando a caballo con su sable en la mano, escribiendo palabras como éstas con la pluma de un ganso, reverenciando al rey, iluminándose con el quinqué que porta, temeroso, aquel negrito esclavo?
Y, sobre todo, les da mucha culpa lo que hicieron sus ancestros. Aborígenes suelen ser explotados; tanto como muchos descendientes de gallegos, rusos, sicilianos. Pero, culpa mediante, los biempensantes suponen a los originarios más derechos que a cualquier otro desposeído. Si yo fuera pobre y argentino intentaría ser originario. Los pueblos originarios son una especie protegida: tienen apoyos internacionales, oenegés, programas especiales, buena prensa automática, mientras millones de pobres no tienen casi nada. No digo que los “originarios” no tengan tanto derecho como cualquiera a una vida digna; sí digo que tienen tanto derecho como cualquiera a una vida digna y que, en el triste sistema clientelar en el que viven millones de argentinos, ser aborigen ofrece privilegios particulares producidos por esa mezcla de culpa y corrección política que se conmueve fácil con las historias atroces de la Conquista mientras olvida la marginación cotidiana, constante, de esos muchos millones de cualquieras sin pureza de sangre, misturados, tan poco originales.
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lunes, 15 de noviembre de 2010
Jóvenes militantes - Artículo de Tomás Abraham publicado en Perfil.com
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APUESTA SIN GARANTIA
Ser joven
Por Tomás Abraham | 12.11.2010
Yo también fui joven. Me echaron de la Facultad a los diecinueve años con bastones largos. En esos años, militaba en una agrupación de izquierda y gritaba “Illia-Perette, viejos amarretes”. En París participé del Mayo Francés con adoquín en mano. En el ’73, voté por la lista de Abelardo Ramos. Con el tiempo dejé de ser joven. Ser joven no es lo mismo que tener razón. En estos días, muchos se gratifican con las recientes escenas de jóvenes en la Plaza de Mayo. En realidad, la juventud es un invento de los viejos. Ningún joven se siente joven, sólo los que ya no lo son se sienten jóvenes. El día del velatorio de Néstor Kirchner, la televisión mostró rostros jóvenes. De veinticinco, treinta, no sé. Sorpresa y media para todos los que creían que la juventud se había alejado de la política, según el refrán acostumbrado. De todos modos, ir a una despedida no es lo mismo que presenciar un acto político. No fue noticia –hasta el otro día al menos– que fueran jóvenes los que asistían a las manifestaciones públicas del ex presidente en sus giras por el país.
Me preguntaba qué época es la que vivió quien vino al mundo en 1990. La primaria con Menem. La secundaria con los Kirchner. A los once años, fue testigo de 2001. No participó del acontecimiento pero por lo que sucedía en las calles, escuchó a sus padres y los vio angustiados, preocupados o indignados. Durante su adolescencia se convierte en un sujeto comunicacional. Portador de celular, se acompaña con Facebook y Twitter. La PlaySation y el mp3 completan la serie. El contexto político le habla del juicio a genocidas, de las madres y de las abuelas. Sabe lo que son los derechos humanos. Es posible que tenga noticia de la asignación por hijo. No hablo de un militante, sino de un joven cualquiera.
El otro día, di una clase frente a un centenar de jóvenes de veinte años en el CBC. Lo hago habitualmente, pero cada curso y charla son distintos unos de otros. El profesor de la comisión de filosofía intentaba que entendieran un texto de Nietzsche. En su mayoría eran alumnos de Arquitectura y Diseño. Después de un rato, pedí al encargado del curso hablar con los “chicos”. Les dije que el filósofo alemán también había tenido veinte años y que no nació filósofo. Su época lo instigó a optar por una carrera universitaria desde la que podía pensar su tiempo. Cuando vio que la disciplina elegida no le servía, cambió de rumbo. Desesperaba por la mediocridad de la cultura alemana, por su hipocresía, la falta de estímulos. Luego se la agarró con el cristianismo, el platonismo y Dios y María santísima. Entendía que les resultara difícil comprender a Nietzsche si nada sabían de su forma de vida, de los lenguajes de su época y qué lo motivaba para llevar a cabo un acto tan poco espontáneo como dedicarse a la filosofía. Pero también, suponía que no nos entendían a nosotros, docentes argentinos, y que nosotros tampoco mucho a ellos. Agregué que nos era algo difícil darles clase porque nos faltaba un mundo en común. Eso sucede normalmente en el ambiente educativo. Al menos, si el objetivo del docente es despertar la curiosidad por el mundo y provocar el deseo de estudiar, el espacio cultural compartido si no es necesario al menos es de una valiosa ayuda.
Les conté que yo también había sido joven. Pero que mi juventud y la de mi generación habían sido distintas a la de ellos. Nosotros nacíamos en un casillero. Un padre no sólo nos daba consejos sino que nos obligaba a cumplir con una tarea. Un maestro nos retaba y amonestaba. Un pastor nos culpaba. Un militar nos gobernaba. La policía nos sospechaba. Se nos castigaba. Hablo de la vida normal de un joven de clase media. Nuestro deseo era rajar. Irnos. Salir de casa, ser libres, tener sexo, poder estar en otro lugar, inventar lo nuestro. Golpeábamos las paredes del muro que nos fueron asignadas y soñábamos con un boquete. No estábamos presos, pero casi. Luchábamos contra la autoridad. La militancia, la contracultura fueron nuestra expresión liberadora. Ustedes, les dije, no parecen haber nacido en el interior de un casillero. Más bien los veo a la intemperie. Así como mi generación se movía en un espacio estriado, el que ahora veo es liso. Es muy difícil construirse por voluntad propia un casillero contra el cual golpear la cabeza para endurecerla y templar la voluntad. Desear. Transgredir.
Por otra parte, un joven hace el amor en casa. La madre divorciada le hace un lugar para que se sienta cómodo y no se vaya. Compu, celu y cama. La vieja no quiere quedarse sola. Si está casada, los cónyuges tampoco se desesperan por quedarse solos y mirarse la cara en la cena. La tele no alcanza. Además para los jóvenes vivir solos implica alquiler, garantía, depósito, y un trabajo por encima de los mil quinientos o dos mil pesos para compartir un lugar. Comprar vivienda es de otra época. Laburo no sobra. Hay datos duros. La deserción escolar es muy grande. La desocupación juvenil también. Los trabajos son temporarios casi por definición. En nuestro país no hay seguros para el “paro” y billetes de avión de veinte euros para irse a cualquier lado. La aventura no se mide por viajes. El paco. El sida. El aborto. La violencia familiar aliada a la miseria que hace que muchos pibes también sueñen con rajar y no saben adónde, o padres que los quieren echar sin saber tampoco cómo ni adónde. Todo eso no es de viejos. No digo que ser joven es feo sino que no es fácil.
Los que gobiernan un país, los que dirigen instituciones, los que están al frente de empresas no son jóvenes. De treinta y cinco para arriba, a veces bien arriba. La gente se conmueve por todo lo que hacen los jóvenes porque son el futuro. Nosotros, los grandes, nos acostumbramos a ver en ellos, los chicos, a posibles asesinos o pobrecitos abandonados por la sociedad, o profetas inclementes con dedos acusadores. Y cuando nos dan la espalda y hablan de temas que no entendemos, cuando se ríen entre ellos y nos dejan afuera, nos cae mal, pésimo. Y cuando nos integran a su mundo, cuando nos escuchan con atención, si opinan como nosotros, sentimos que el destino nos regaló un gramo de inmortalidad.
El otro día la Presidenta, en su primera alocución luego de la muerte de su esposo, dijo que los jóvenes de hoy tienen suerte porque se los cuida, se los protege y se les da un país prometedor. No deben pasar por lo que padeció su marido, el ex presidente; se refería a la persecución y la represión de otras épocas, y que veía en ellos la cara de Néstor Kirchner. Brindo para que sea cierto. Pero no sólo en la Argentina sino en el mundo; en Francia, Grecia, entre otros países, parece ocurrir algo distinto. Viejos costosos y jóvenes desocupados son protagonistas de un conflicto de difícil resolución. En la medida en que el desarrollo de las fuerzas productivas se acelera, el proceso de exclusión laboral y déficit fiscal se agudiza. El nudo no se desata sino que se aprieta aún más. Pero la queja debilita. La juventud debe prepararse. No se “es” joven. Se transita por la juventud, y por poco tiempo. No basta la militancia, hay que agregarle el conocimiento, la pasión por el estudio, no sólo académico, sino la preocupación por la excelencia en el oficio. Es una apuesta, no tiene resultado garantizado, vale por su vitalidad y optimismo.
*Filósofo www.tomasabraham.com.ar
APUESTA SIN GARANTIA
Ser joven
Por Tomás Abraham | 12.11.2010
Yo también fui joven. Me echaron de la Facultad a los diecinueve años con bastones largos. En esos años, militaba en una agrupación de izquierda y gritaba “Illia-Perette, viejos amarretes”. En París participé del Mayo Francés con adoquín en mano. En el ’73, voté por la lista de Abelardo Ramos. Con el tiempo dejé de ser joven. Ser joven no es lo mismo que tener razón. En estos días, muchos se gratifican con las recientes escenas de jóvenes en la Plaza de Mayo. En realidad, la juventud es un invento de los viejos. Ningún joven se siente joven, sólo los que ya no lo son se sienten jóvenes. El día del velatorio de Néstor Kirchner, la televisión mostró rostros jóvenes. De veinticinco, treinta, no sé. Sorpresa y media para todos los que creían que la juventud se había alejado de la política, según el refrán acostumbrado. De todos modos, ir a una despedida no es lo mismo que presenciar un acto político. No fue noticia –hasta el otro día al menos– que fueran jóvenes los que asistían a las manifestaciones públicas del ex presidente en sus giras por el país.
Me preguntaba qué época es la que vivió quien vino al mundo en 1990. La primaria con Menem. La secundaria con los Kirchner. A los once años, fue testigo de 2001. No participó del acontecimiento pero por lo que sucedía en las calles, escuchó a sus padres y los vio angustiados, preocupados o indignados. Durante su adolescencia se convierte en un sujeto comunicacional. Portador de celular, se acompaña con Facebook y Twitter. La PlaySation y el mp3 completan la serie. El contexto político le habla del juicio a genocidas, de las madres y de las abuelas. Sabe lo que son los derechos humanos. Es posible que tenga noticia de la asignación por hijo. No hablo de un militante, sino de un joven cualquiera.
El otro día, di una clase frente a un centenar de jóvenes de veinte años en el CBC. Lo hago habitualmente, pero cada curso y charla son distintos unos de otros. El profesor de la comisión de filosofía intentaba que entendieran un texto de Nietzsche. En su mayoría eran alumnos de Arquitectura y Diseño. Después de un rato, pedí al encargado del curso hablar con los “chicos”. Les dije que el filósofo alemán también había tenido veinte años y que no nació filósofo. Su época lo instigó a optar por una carrera universitaria desde la que podía pensar su tiempo. Cuando vio que la disciplina elegida no le servía, cambió de rumbo. Desesperaba por la mediocridad de la cultura alemana, por su hipocresía, la falta de estímulos. Luego se la agarró con el cristianismo, el platonismo y Dios y María santísima. Entendía que les resultara difícil comprender a Nietzsche si nada sabían de su forma de vida, de los lenguajes de su época y qué lo motivaba para llevar a cabo un acto tan poco espontáneo como dedicarse a la filosofía. Pero también, suponía que no nos entendían a nosotros, docentes argentinos, y que nosotros tampoco mucho a ellos. Agregué que nos era algo difícil darles clase porque nos faltaba un mundo en común. Eso sucede normalmente en el ambiente educativo. Al menos, si el objetivo del docente es despertar la curiosidad por el mundo y provocar el deseo de estudiar, el espacio cultural compartido si no es necesario al menos es de una valiosa ayuda.
Les conté que yo también había sido joven. Pero que mi juventud y la de mi generación habían sido distintas a la de ellos. Nosotros nacíamos en un casillero. Un padre no sólo nos daba consejos sino que nos obligaba a cumplir con una tarea. Un maestro nos retaba y amonestaba. Un pastor nos culpaba. Un militar nos gobernaba. La policía nos sospechaba. Se nos castigaba. Hablo de la vida normal de un joven de clase media. Nuestro deseo era rajar. Irnos. Salir de casa, ser libres, tener sexo, poder estar en otro lugar, inventar lo nuestro. Golpeábamos las paredes del muro que nos fueron asignadas y soñábamos con un boquete. No estábamos presos, pero casi. Luchábamos contra la autoridad. La militancia, la contracultura fueron nuestra expresión liberadora. Ustedes, les dije, no parecen haber nacido en el interior de un casillero. Más bien los veo a la intemperie. Así como mi generación se movía en un espacio estriado, el que ahora veo es liso. Es muy difícil construirse por voluntad propia un casillero contra el cual golpear la cabeza para endurecerla y templar la voluntad. Desear. Transgredir.
Por otra parte, un joven hace el amor en casa. La madre divorciada le hace un lugar para que se sienta cómodo y no se vaya. Compu, celu y cama. La vieja no quiere quedarse sola. Si está casada, los cónyuges tampoco se desesperan por quedarse solos y mirarse la cara en la cena. La tele no alcanza. Además para los jóvenes vivir solos implica alquiler, garantía, depósito, y un trabajo por encima de los mil quinientos o dos mil pesos para compartir un lugar. Comprar vivienda es de otra época. Laburo no sobra. Hay datos duros. La deserción escolar es muy grande. La desocupación juvenil también. Los trabajos son temporarios casi por definición. En nuestro país no hay seguros para el “paro” y billetes de avión de veinte euros para irse a cualquier lado. La aventura no se mide por viajes. El paco. El sida. El aborto. La violencia familiar aliada a la miseria que hace que muchos pibes también sueñen con rajar y no saben adónde, o padres que los quieren echar sin saber tampoco cómo ni adónde. Todo eso no es de viejos. No digo que ser joven es feo sino que no es fácil.
Los que gobiernan un país, los que dirigen instituciones, los que están al frente de empresas no son jóvenes. De treinta y cinco para arriba, a veces bien arriba. La gente se conmueve por todo lo que hacen los jóvenes porque son el futuro. Nosotros, los grandes, nos acostumbramos a ver en ellos, los chicos, a posibles asesinos o pobrecitos abandonados por la sociedad, o profetas inclementes con dedos acusadores. Y cuando nos dan la espalda y hablan de temas que no entendemos, cuando se ríen entre ellos y nos dejan afuera, nos cae mal, pésimo. Y cuando nos integran a su mundo, cuando nos escuchan con atención, si opinan como nosotros, sentimos que el destino nos regaló un gramo de inmortalidad.
El otro día la Presidenta, en su primera alocución luego de la muerte de su esposo, dijo que los jóvenes de hoy tienen suerte porque se los cuida, se los protege y se les da un país prometedor. No deben pasar por lo que padeció su marido, el ex presidente; se refería a la persecución y la represión de otras épocas, y que veía en ellos la cara de Néstor Kirchner. Brindo para que sea cierto. Pero no sólo en la Argentina sino en el mundo; en Francia, Grecia, entre otros países, parece ocurrir algo distinto. Viejos costosos y jóvenes desocupados son protagonistas de un conflicto de difícil resolución. En la medida en que el desarrollo de las fuerzas productivas se acelera, el proceso de exclusión laboral y déficit fiscal se agudiza. El nudo no se desata sino que se aprieta aún más. Pero la queja debilita. La juventud debe prepararse. No se “es” joven. Se transita por la juventud, y por poco tiempo. No basta la militancia, hay que agregarle el conocimiento, la pasión por el estudio, no sólo académico, sino la preocupación por la excelencia en el oficio. Es una apuesta, no tiene resultado garantizado, vale por su vitalidad y optimismo.
*Filósofo www.tomasabraham.com.ar
miércoles, 13 de octubre de 2010
Frases de Oscar Wilde
Sólo podemos dar una opinión imparcial sobre las cosas que no nos interesan, sin duda por eso mismo las opiniones imparciales carecen de valor.
El progreso es la realización de las utopías.
La verdad, en materia religiosa, es simplemente la opinión que ha sobrevivido.
El progreso es la realización de las utopías.
La verdad, en materia religiosa, es simplemente la opinión que ha sobrevivido.
miércoles, 1 de septiembre de 2010
viernes, 27 de agosto de 2010
martes, 10 de agosto de 2010
lunes, 19 de julio de 2010
Frase de Woody Allen
El personaje "Andrew" interpretado por Woody Allen en la película "La Comedia sexual de una noche de verano" nos brinda su pensamiento sobre la relación sexo-amor:
"El amor y el sexo son muy diferentes; el sexo relaja tensiones, el amor las crea."
"El amor y el sexo son muy diferentes; el sexo relaja tensiones, el amor las crea."
lunes, 12 de julio de 2010
Tomas Abraham opina sobre el matrimonio homosexual: Artículo extraído de Perfil.com
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MATRIMONIO HOMOSEXUAL
Asuntos de familia
Por Tomas Abraham
09.07.2010
La familia se hace y no sólo nace. Las relaciones de sangre son una cosa y la familia es otra. Es posible construir una familia en la que haya amor con personas que se heredan por lazos de sangre, o que el afecto familiar se establezca con quienes nos encontramos, más allá de los linajes, en la vida. Como también es posible vivir un infierno de intrigas y traiciones en ambos casos. De lo que nadie se salva hoy en día es que, si se quiere vivir acompañado por algo que se llama “familia”, es decir padres, hijos, hermanos, debe hacerla, conseguirla, con la sangre y el genoma si el azar permite tal bendición, o fabricarla sin el auxilio del ADN. Esto implica que una relación familiar exige libertad de elección, responsabilidad, compromiso, dedicación; es decir: amor. Y en estos casos, no hay herencia de amor.
Este conjunto de actitudes no son monopolio de padres naturales sino de aquellos que han decidido dedicar una parte de sus vidas a otros. Tampoco es exclusivo de una pareja inicial de personas de diferente sexo porque una familia va más allá de la relación de género. Nada hay de natural en una familia. No somos animales, somos seres humanos con base animal y mente cultural.
La homosexualidad no es cultural, es natural. Basta ver a los animales. Pero la homosexualidad humana sí tiene un agregado cultural, toda la historia de la humanidad es una prueba de esta diversidad de aficiones sexuales. La cultura clásica, que es una de las columnas vertebrales de la historia de Occidente, se basaba en los placeres y no en el género. Griegos y romanos eran guerreros y buenos amantes marciales. Siglos de cristianismo conventual es testimonio de los amores entre frailes mucho antes de los actuales escándalos de pedofilia monacal.
Más allá de lo que se vote en el Congreso sobre el casamiento homosexual o la unión civil, o ninguna de las dos, los argumentos que esgrimen los que están en contra del casamiento entre personas del mismo sexo son fruto de la ignorancia más supina. Hablan de Dios o de la naturaleza como si fueran productos de góndola. “Dios dice”, “ la naturaleza es”, estas verdades fraguadas por esta especie de profetas supersticiosos abundan por suerte algo menos que antes. La naturaleza humana no “es” ni Dios “nos dice” nada. Si quieren que el litigio conyugal sobre géneros sea un problema de fe, allá ellos, cada uno puede practicar los sortilegios que más le gusta en su casa o en una asociación con o sin fines de lucro, pero el Estado está separado de las iglesias y los derechos son humanos y no divinos.
Escuchar en programas de televisión que hay quienes están preocupados por la posibilidad de que a la salida del colegio, el hijo le pregunte a “daddy” por qué Gustavito tiene dos papás, o que se espanten ante el hecho de que en la casa de un matrimonio gay Pedrito le diga al señor Raúl “mamá”, nos da claros indicios del nivel cultural de los que llevan esta cruzada en nombre de Dios y del cosmos.
El filósofo Michel Foucault, que era homosexual, ante una pregunta sobre su aparente indiferencia ante los movimientos de liberación gay, dijo que, en realidad, la legalización de matrimonio de personas del mismo sexo nada cambiaba en lo esencial. No negaba que mejorara la situación legal de muchas personas, pero no ponía en tela de juicio una de las verdades de nuestra cultura por la que se devela la identidad de una persona por su elección sexual.
El día, decía, en que una persona ya no sea apreciada o despreciada por la elección de su vida sexual, cuando se cuestione esa supuesta evidencia que cataloga a la gente por el uso que hace de sus placeres, y que nos sea indiferente para valorar al prójimo saber con quién se acuesta y con quién comparte su deseo sexual, entonces sí, algo habrá cambiado en la percepción social.
El filósofo francés dedicó varios libros y estudios para mostrar que en un momento dado en Occidente se desarrolló una “ciencia sexualis” que tomó a su cargo la misión de auscultar las profundidades de la persona humana estudiando su sexualidad, desde Juan Casiano a Sigmund Freud.
“Dime con quién copulas y te diré quién eres.” Este mandamiento todavía está sellado en la conciencia moral de nuestros contemporáneos, y resiste al cambio acudiendo ya no a argumentos sino a una especie de advertencias catastróficas que parecen poner en peligro a la vida en general.
Nos alertan que si el matrimonio gay se legaliza corre peligro la continuación de la especie, como si todos los varones y mujeres estuviéramos esperando la sanción de las leyes para acoplarnos a un semejante sexual.
No es fácil deshacerse de este tipo de fantasmas anales. El fanatismo es hijo del terror. Generaciones atrás, cuando una “divorciada” iba a buscar a su hijo a la escuela, despertaba toda clase de fantasías. Las maestras eran compasivas con el pobrecito inocente en estado de abandono, mientras los papás miraban a la señora con lujuria. Los tiempos cambian, el fantasma permanece.
Valdría la pena estar atentos a las posiciones que adoptarán los grupos políticos en este debate. No estoy de acuerdo con quienes afirman que a muy pocos les interesa la cuestión porque el único problema que merece debatirse es la desigualdad en la distribución de la riqueza. Como si éste de las familias no fuera un problema social. Que sea minoritario no lo hace menos importante. Una democracia no sólo se define por la voluntad de mayorías sino por los derechos de minorías. Además, creer que el funcionamiento del Consejo de la Magistratura a nadie le interesa, ni lo de las coimas en Venezuela, ni lo de las mafias de los medicamentos, ni nada de lo que a algún cronista oficialista le parezca importante y conveniente, no exime que la oposición nos muestre por su lado los valores que defiende más allá de su declamado republicanismo.
A nadie se le ocurre que el matrimonio presidencial comparta principios de libertad de costumbres porque ya ha demostrado desde que es gobierno que, si a algo poca atención le prestan, es a principios. Todo es poder para ellos. Y el poder no tiene justificativo, es una vocación. Hay gente así, quiere poder. Se vuelve loca con el poder, no para cambiar el mundo, sino por poder. El poder es intransitivo, como la locura. Pero la oposición con sus Duhaldes, los Macris, los Narváez, los Aguad, Mestres, Carrió y otros podrán creer en Dios y el Diablo, más bien en el Diablo, pero algún día deberán ajustar sus ideas de la familia, al menos con menos hipocresía.
Es comprensible que haya quienes proponen hacer las cosas de a poco. Tan o más importantes que las leyes son las costumbres, y tanto peso como tienen las ideologías, lo comparten las idiosincrasias. No es aconsejable que en un país con aspiraciones de clase media se quiera instaurar una patria socialista a punta de fusil, ni que en una cultura con raíces puritanas y machistas se barran con una ley tradiciones aún acendradas. También es cierto que las sociedades no modifican sus valores de un modo espontáneo y que en la madre patria, España, con costumbres similares a las nuestras durante siglos, con la legalización del matrimonio gay, la gente se sigue reproduciendo y a los Pepes y a los Manolos nadie les dice “mamá”.
*Filósofo. (www.tomasabraham.com.ar).
MATRIMONIO HOMOSEXUAL
Asuntos de familia
Por Tomas Abraham
09.07.2010
La familia se hace y no sólo nace. Las relaciones de sangre son una cosa y la familia es otra. Es posible construir una familia en la que haya amor con personas que se heredan por lazos de sangre, o que el afecto familiar se establezca con quienes nos encontramos, más allá de los linajes, en la vida. Como también es posible vivir un infierno de intrigas y traiciones en ambos casos. De lo que nadie se salva hoy en día es que, si se quiere vivir acompañado por algo que se llama “familia”, es decir padres, hijos, hermanos, debe hacerla, conseguirla, con la sangre y el genoma si el azar permite tal bendición, o fabricarla sin el auxilio del ADN. Esto implica que una relación familiar exige libertad de elección, responsabilidad, compromiso, dedicación; es decir: amor. Y en estos casos, no hay herencia de amor.
Este conjunto de actitudes no son monopolio de padres naturales sino de aquellos que han decidido dedicar una parte de sus vidas a otros. Tampoco es exclusivo de una pareja inicial de personas de diferente sexo porque una familia va más allá de la relación de género. Nada hay de natural en una familia. No somos animales, somos seres humanos con base animal y mente cultural.
La homosexualidad no es cultural, es natural. Basta ver a los animales. Pero la homosexualidad humana sí tiene un agregado cultural, toda la historia de la humanidad es una prueba de esta diversidad de aficiones sexuales. La cultura clásica, que es una de las columnas vertebrales de la historia de Occidente, se basaba en los placeres y no en el género. Griegos y romanos eran guerreros y buenos amantes marciales. Siglos de cristianismo conventual es testimonio de los amores entre frailes mucho antes de los actuales escándalos de pedofilia monacal.
Más allá de lo que se vote en el Congreso sobre el casamiento homosexual o la unión civil, o ninguna de las dos, los argumentos que esgrimen los que están en contra del casamiento entre personas del mismo sexo son fruto de la ignorancia más supina. Hablan de Dios o de la naturaleza como si fueran productos de góndola. “Dios dice”, “ la naturaleza es”, estas verdades fraguadas por esta especie de profetas supersticiosos abundan por suerte algo menos que antes. La naturaleza humana no “es” ni Dios “nos dice” nada. Si quieren que el litigio conyugal sobre géneros sea un problema de fe, allá ellos, cada uno puede practicar los sortilegios que más le gusta en su casa o en una asociación con o sin fines de lucro, pero el Estado está separado de las iglesias y los derechos son humanos y no divinos.
Escuchar en programas de televisión que hay quienes están preocupados por la posibilidad de que a la salida del colegio, el hijo le pregunte a “daddy” por qué Gustavito tiene dos papás, o que se espanten ante el hecho de que en la casa de un matrimonio gay Pedrito le diga al señor Raúl “mamá”, nos da claros indicios del nivel cultural de los que llevan esta cruzada en nombre de Dios y del cosmos.
El filósofo Michel Foucault, que era homosexual, ante una pregunta sobre su aparente indiferencia ante los movimientos de liberación gay, dijo que, en realidad, la legalización de matrimonio de personas del mismo sexo nada cambiaba en lo esencial. No negaba que mejorara la situación legal de muchas personas, pero no ponía en tela de juicio una de las verdades de nuestra cultura por la que se devela la identidad de una persona por su elección sexual.
El día, decía, en que una persona ya no sea apreciada o despreciada por la elección de su vida sexual, cuando se cuestione esa supuesta evidencia que cataloga a la gente por el uso que hace de sus placeres, y que nos sea indiferente para valorar al prójimo saber con quién se acuesta y con quién comparte su deseo sexual, entonces sí, algo habrá cambiado en la percepción social.
El filósofo francés dedicó varios libros y estudios para mostrar que en un momento dado en Occidente se desarrolló una “ciencia sexualis” que tomó a su cargo la misión de auscultar las profundidades de la persona humana estudiando su sexualidad, desde Juan Casiano a Sigmund Freud.
“Dime con quién copulas y te diré quién eres.” Este mandamiento todavía está sellado en la conciencia moral de nuestros contemporáneos, y resiste al cambio acudiendo ya no a argumentos sino a una especie de advertencias catastróficas que parecen poner en peligro a la vida en general.
Nos alertan que si el matrimonio gay se legaliza corre peligro la continuación de la especie, como si todos los varones y mujeres estuviéramos esperando la sanción de las leyes para acoplarnos a un semejante sexual.
No es fácil deshacerse de este tipo de fantasmas anales. El fanatismo es hijo del terror. Generaciones atrás, cuando una “divorciada” iba a buscar a su hijo a la escuela, despertaba toda clase de fantasías. Las maestras eran compasivas con el pobrecito inocente en estado de abandono, mientras los papás miraban a la señora con lujuria. Los tiempos cambian, el fantasma permanece.
Valdría la pena estar atentos a las posiciones que adoptarán los grupos políticos en este debate. No estoy de acuerdo con quienes afirman que a muy pocos les interesa la cuestión porque el único problema que merece debatirse es la desigualdad en la distribución de la riqueza. Como si éste de las familias no fuera un problema social. Que sea minoritario no lo hace menos importante. Una democracia no sólo se define por la voluntad de mayorías sino por los derechos de minorías. Además, creer que el funcionamiento del Consejo de la Magistratura a nadie le interesa, ni lo de las coimas en Venezuela, ni lo de las mafias de los medicamentos, ni nada de lo que a algún cronista oficialista le parezca importante y conveniente, no exime que la oposición nos muestre por su lado los valores que defiende más allá de su declamado republicanismo.
A nadie se le ocurre que el matrimonio presidencial comparta principios de libertad de costumbres porque ya ha demostrado desde que es gobierno que, si a algo poca atención le prestan, es a principios. Todo es poder para ellos. Y el poder no tiene justificativo, es una vocación. Hay gente así, quiere poder. Se vuelve loca con el poder, no para cambiar el mundo, sino por poder. El poder es intransitivo, como la locura. Pero la oposición con sus Duhaldes, los Macris, los Narváez, los Aguad, Mestres, Carrió y otros podrán creer en Dios y el Diablo, más bien en el Diablo, pero algún día deberán ajustar sus ideas de la familia, al menos con menos hipocresía.
Es comprensible que haya quienes proponen hacer las cosas de a poco. Tan o más importantes que las leyes son las costumbres, y tanto peso como tienen las ideologías, lo comparten las idiosincrasias. No es aconsejable que en un país con aspiraciones de clase media se quiera instaurar una patria socialista a punta de fusil, ni que en una cultura con raíces puritanas y machistas se barran con una ley tradiciones aún acendradas. También es cierto que las sociedades no modifican sus valores de un modo espontáneo y que en la madre patria, España, con costumbres similares a las nuestras durante siglos, con la legalización del matrimonio gay, la gente se sigue reproduciendo y a los Pepes y a los Manolos nadie les dice “mamá”.
*Filósofo. (www.tomasabraham.com.ar).
martes, 15 de junio de 2010
Carta de Matías Reggiardo Tolosa (nieto recuperado)
Fuente
Opinión
Caso Noble Herrera : "Quisiera hacerles comprender el valor que tiene la verdad"
Matías Reggiardo Tolosa, uno de los mellizos apropiados por el ex comisario Samuel Miara, analiza la situación que atraviesan Felipe y Marcela, los hijos adoptivos de la Ernestina Herrera de Noble.
Por Matías Reggiardo Tolosa | 14.06.2010
Con el caso de Marcela y Felipe se trae a la luz pública, por su altísimo impacto y voltaje político, los pormenores de la tramitación de una causa por supuesta sustitución de identidad. El gran público, deshabituado a la delicada temática que esto implica, hace conjeturas con respecto a las implicancias de los procedimientos judiciales y a los matices de las variables éticas en juego, como si se tratase de un caso innovador, cuando en realidad la justicia solamente aplica la ley vigente basada en una amplia jurisprudencia que incluye varios pronunciamientos de la Corte Suprema en la materia.
El 17 de noviembre de 2009 el Senado convirtió en ley el proyecto que, mediante una modificación del código Penal, habilita la obtención de material genético por distintos métodos alternativos a la extracción compulsiva de sangre, y a su vez crea el Banco Nacional de Datos Genéticos bajo la órbita del Ministerio de Ciencia y Tecnología. Esta ley vino a cubrir un amplio vacío legal en la materia, ya que la naturaleza de los hechos investigados y las implicancias de las paradojas por colisión de derechos involucrados, dejaban a los magistrados en un lugar donde la propia conciencia y juicio primaban frente a la falta de piezas legislativas concretas, contando sólo con alguna jurisprudencia y doctrina constitucional.
Es así que a lo largo de los años frente al surgimiento de distintos casos en los cuales, por una cuestión cronológica, primero se trataba de menores y luego de adultos, distintos magistrados fueron resolviendo casos, algunos con mayor fortuna que otros. De este modo se fue construyendo el edificio jurisprudencial que teniendo como hito fundamental el caso de Evelyn Vázquez, alcanza su punto culminante con el pronunciamiento de la Corte Suprema en el caso Prieto, en agosto de 2009. Esa sentencia sirvió como pilar fundamental para que el equipo legal de Abuelas de Plaza de Mayo terminara de darle forma al proyecto de ley cuya sanción fuera antes mencionada.
En aquel fallo los actuales integrantes del máximo tribunal de la República vuelcan su parecer con un dictamen general y con algunos dictámenes en disidencia que, si bien vuelven a rechazar la extracción compulsiva de muestras hemáticas como método de prueba válido, reafirman con incontrastable claridad la obtención compulsiva de muestras genéticas mediante la utilización de otros métodos que no afectan en forma directa al cuerpo de la persona, sino que guardan relación con la recolección de objetos íntimos de uso personal.
Por todas estas amplias razones y teniendo en cuenta en primer lugar el amplio y ganado prestigio del Tribunal Supremo (que ha dado muestras sobradísimas de independencia del poder político, poniendo límites claros y siendo garante último de la división de poderes en la sentencia sobre utilización de DNU), y la forma en la que se sancionó la ley (con números holgados dado a que una parte de la oposición acompañó, y aún quienes presentaban objeciones compartían el espíritu de la misma), es que hablar de “vejaciones” para describir la conducta de una jueza que a diferencia del magistrado que la precedió, se ajusta estrictamente a la ley, es no solamente desafortunado, sino que implica sindicar como cómplices de esas vejaciones a gran parte del Congreso y de lo más prestigioso del poder judicial.
Es en ese marco en el cual teniendo en cuenta mi posición personal de apoyo a la mencionada ley, puedo llegar a comprender a quienes disienten con la misma en el marco de una argumentación jurídica válida, de la cual ha habido muestras a lo largo de los años. Sin embargo no puedo comprender el hecho de arrojar deliberadamente al barro de la encarnizada lucha política actual entre el gobierno y el multimedio un tema tan delicado que precede de amplísima forma la mencionada disputa, máxime poniendo en la balanza el largo historial de dilaciones inexplicables y privilegios ganados a fuerza de lobby salvaje por parte de la imputada.
Desde el punto de vista más personal y teniendo en cuenta los acontecimientos que signaron mi vida, no puedo más que observar con pesar el comunicado en el que Felipe y Marcela describen su sentir, ya que puedo percibir profundas incoherencias en el mensaje. Ellos quieren mostrarse libres y deseosos de conocer la verdad, pero a su vez renuentes al proceder ajustado a derecho por poner increíblemente en tela de juicio la intachable integridad del Banco Nacional de Datos Genéticos. Todo esto ignorando por cierto las garantías y contrapruebas que rodearían al proceso si ellos se decidieran a colaborar.
En las ansias más profundas de mi corazón habita un sentimiento de hermandad muy profundo, cuyos orígenes tienen que ver con los innegables paralelismos entre este momento en particular de ellos y mi propia historia. En mi espíritu habita de forma indeclinable, no sin cierta dosis de impotencia, la necesidad profunda de hacerles comprender el sentido más elevado del intangible pero inconmensurable valor de la verdad, de ayudarlos a conocer la paz luminosa que invade el alma al caminar por la vida abrazando el infinito valor de la verdadera identidad.
Opinión
Caso Noble Herrera : "Quisiera hacerles comprender el valor que tiene la verdad"
Matías Reggiardo Tolosa, uno de los mellizos apropiados por el ex comisario Samuel Miara, analiza la situación que atraviesan Felipe y Marcela, los hijos adoptivos de la Ernestina Herrera de Noble.
Por Matías Reggiardo Tolosa | 14.06.2010
Con el caso de Marcela y Felipe se trae a la luz pública, por su altísimo impacto y voltaje político, los pormenores de la tramitación de una causa por supuesta sustitución de identidad. El gran público, deshabituado a la delicada temática que esto implica, hace conjeturas con respecto a las implicancias de los procedimientos judiciales y a los matices de las variables éticas en juego, como si se tratase de un caso innovador, cuando en realidad la justicia solamente aplica la ley vigente basada en una amplia jurisprudencia que incluye varios pronunciamientos de la Corte Suprema en la materia.
El 17 de noviembre de 2009 el Senado convirtió en ley el proyecto que, mediante una modificación del código Penal, habilita la obtención de material genético por distintos métodos alternativos a la extracción compulsiva de sangre, y a su vez crea el Banco Nacional de Datos Genéticos bajo la órbita del Ministerio de Ciencia y Tecnología. Esta ley vino a cubrir un amplio vacío legal en la materia, ya que la naturaleza de los hechos investigados y las implicancias de las paradojas por colisión de derechos involucrados, dejaban a los magistrados en un lugar donde la propia conciencia y juicio primaban frente a la falta de piezas legislativas concretas, contando sólo con alguna jurisprudencia y doctrina constitucional.
Es así que a lo largo de los años frente al surgimiento de distintos casos en los cuales, por una cuestión cronológica, primero se trataba de menores y luego de adultos, distintos magistrados fueron resolviendo casos, algunos con mayor fortuna que otros. De este modo se fue construyendo el edificio jurisprudencial que teniendo como hito fundamental el caso de Evelyn Vázquez, alcanza su punto culminante con el pronunciamiento de la Corte Suprema en el caso Prieto, en agosto de 2009. Esa sentencia sirvió como pilar fundamental para que el equipo legal de Abuelas de Plaza de Mayo terminara de darle forma al proyecto de ley cuya sanción fuera antes mencionada.
En aquel fallo los actuales integrantes del máximo tribunal de la República vuelcan su parecer con un dictamen general y con algunos dictámenes en disidencia que, si bien vuelven a rechazar la extracción compulsiva de muestras hemáticas como método de prueba válido, reafirman con incontrastable claridad la obtención compulsiva de muestras genéticas mediante la utilización de otros métodos que no afectan en forma directa al cuerpo de la persona, sino que guardan relación con la recolección de objetos íntimos de uso personal.
Por todas estas amplias razones y teniendo en cuenta en primer lugar el amplio y ganado prestigio del Tribunal Supremo (que ha dado muestras sobradísimas de independencia del poder político, poniendo límites claros y siendo garante último de la división de poderes en la sentencia sobre utilización de DNU), y la forma en la que se sancionó la ley (con números holgados dado a que una parte de la oposición acompañó, y aún quienes presentaban objeciones compartían el espíritu de la misma), es que hablar de “vejaciones” para describir la conducta de una jueza que a diferencia del magistrado que la precedió, se ajusta estrictamente a la ley, es no solamente desafortunado, sino que implica sindicar como cómplices de esas vejaciones a gran parte del Congreso y de lo más prestigioso del poder judicial.
Es en ese marco en el cual teniendo en cuenta mi posición personal de apoyo a la mencionada ley, puedo llegar a comprender a quienes disienten con la misma en el marco de una argumentación jurídica válida, de la cual ha habido muestras a lo largo de los años. Sin embargo no puedo comprender el hecho de arrojar deliberadamente al barro de la encarnizada lucha política actual entre el gobierno y el multimedio un tema tan delicado que precede de amplísima forma la mencionada disputa, máxime poniendo en la balanza el largo historial de dilaciones inexplicables y privilegios ganados a fuerza de lobby salvaje por parte de la imputada.
Desde el punto de vista más personal y teniendo en cuenta los acontecimientos que signaron mi vida, no puedo más que observar con pesar el comunicado en el que Felipe y Marcela describen su sentir, ya que puedo percibir profundas incoherencias en el mensaje. Ellos quieren mostrarse libres y deseosos de conocer la verdad, pero a su vez renuentes al proceder ajustado a derecho por poner increíblemente en tela de juicio la intachable integridad del Banco Nacional de Datos Genéticos. Todo esto ignorando por cierto las garantías y contrapruebas que rodearían al proceso si ellos se decidieran a colaborar.
En las ansias más profundas de mi corazón habita un sentimiento de hermandad muy profundo, cuyos orígenes tienen que ver con los innegables paralelismos entre este momento en particular de ellos y mi propia historia. En mi espíritu habita de forma indeclinable, no sin cierta dosis de impotencia, la necesidad profunda de hacerles comprender el sentido más elevado del intangible pero inconmensurable valor de la verdad, de ayudarlos a conocer la paz luminosa que invade el alma al caminar por la vida abrazando el infinito valor de la verdadera identidad.
miércoles, 14 de abril de 2010
Artículo de Tomás Abraham publicado en Pérfil el 9 de abril: "Amarcord"
MALVINAS Y SUS SECUELAS
Amarcord
Algo recuerdo del mes de abril del ‘82. Fue un desastre y una vergüenza. La opinión pública parecía unánime en su fervor detrás del dictador. De la izquierda a la derecha, militares y civiles, gremialistas y empresarios, radicales y peronistas, socialistas y conservadores, artistas, periodistas y profesionales, todos estaban unidos en su apoyo a los criminales de Estado. Una vergüenza. Eso es lo que sentí, muy solo, junto a muy pocos otros solos que estaban en silencio y casi nadie con voz. Las excepciones fueron mínimas.
Por Tomas Abraham | 09.04.2010
Algo recuerdo del mes de abril del ‘82. Fue un desastre y una vergüenza. La opinión pública parecía unánime en su fervor detrás del dictador. De la izquierda a la derecha, militares y civiles, gremialistas y empresarios, radicales y peronistas, socialistas y conservadores, artistas, periodistas y profesionales, todos estaban unidos en su apoyo a los criminales de Estado. Una vergüenza. Eso es lo que sentí, muy solo, junto a muy pocos otros solos que estaban en silencio y casi nadie con voz. Las excepciones fueron mínimas.
La muerte de cientos de chicos no sólo fue trágica, sino el escudo que le ha permitido a muchos legitimarse como patriotas en aquellos actos políticos ignominiosos. ¿Qué sucede cuanto se usan valores positivos e ideales civilizatorios con fines espúreos? En mi juventud parecía más claro y definido el lugar de la reacción fascista que todavía tenía un lenguaje propio. No había como hoy comercio de vocabularios. Me fui del país en 1966 siendo estudiante. El gobierno de Onganía se decía nacionalista y católico. La ideología del régimen tenía delimitados los peligros culturales que ponían en riesgo a la patria, según ellos la entendían: los hippies, los judíos y los ateos. Estos tres grupos seleccionados por los ideólogos del “Escorial rosado”, fueron la base predicativa de lo que pocos años después le dio el contenido a la categoría de subversivo. Así declaraban sus principios quienes elaboraron la doctrina de la seguridad nacional de aquel franquismo criollo.
Al subversivo se lo suprime por lo que “es”. No se lo acusa porque haga algo, lo que exigiría un juicio por delito cometido. Por esta mancha ontológica o cualidad inherente aquellas calificaciones de la llamada “Revolución argentina”, y diez años después “Proceso de Reorganización Nacional”, volvían a justificar los procesos inquisitoriales, la quema de herejes y la caza de brujas del Medioevo. El subversivo era un traidor al ser nacional. Era objeto de una supresión ética. No era sujeto de derecho.
El general Galtieri representaba a esa concepción del mundo, y era el jefe de aquella cruzada liberadora que lograba el apoyo de todo el pueblo argentino.
Vergüenza. El uso de los jóvenes conscriptos durante la guerra, su muerte, abandono y derrota, significó la caída del régimen del terrorismo de Estado. No liberaron las Malvinas, nos liberaron a nosotros de aquellos criminales. Fue un resultado insospechado e involuntario. Esta democracia en la que vivimos hace un cuarto de siglo se la debemos a quienes fueron a entregar sus cuerpos al Sur.
Escucho voces que hoy dicen que la principal culpa de Galtieri y de sus colegas del mando superior es no haber tenido la pericia militar de conducir debidamente a su tropa. Hay quienes le reprochan flaqueza moral y su ceguera respecto de las alianzas internacionales. Pero la historia no pertenece al reino exclusivo de las necesidades, no es fatal, existe el azar. Podemos hacer otra pregunta: ¿y si a Galtieri le hubiera ido bien en la batalla y recuperábamos las islas Malvinas? ¿Cómo hubiera reaccionado el pueblo argentino si ya el primer día de la invasión llenaba plazas y cantaba el himno? ¿Quién habría sido el dueño del sillón presidencial en el ‘84, el ‘90, etc., y supremo líder de la argentinidad? ¿Hay alguien tan iluso para hacernos creer que una vez obtenida la victoria en Malvinas el pueblo habría tomado consciencia de los crímenes de la dictadura y aprovechando la oleada liberadora derrocaba también al gobierno militar? Por el contrario, en caso de victoria, Leopoldo Fortunato Galtieri tendría una estatura histórica incomparable, lo pondríamos por encima de Perón, al lado de San Martín. ¿Tenemos idea del precio a pagar por esa supuesta unión nacional detrás de un nuevo héroe? Hubiéramos ungido a un prócer no sólo considerado vencedor de la subversión, sino del imperialismo británico.
La experiencia histórica nos muestra que la capacidad de idolatría del pueblo argentino puesta a prueba varias veces, ha podido superar todo desmentido del principio de realidad.
La guerra de Malvinas fue otra tragedia de nuestra historia. Fue vivida como una encrucijada decisiva por espíritus honestos y valientes como Manfred Schönfeld, periodista del diario conservador La Prensa que publicó una lista de dos mil de-saparecidos ¡en 1978! Sus denuncias al régimen procesista le valieron un ataque físico contra su persona. Schönfeld pensaba que el espíritu de las Malvinas podía ahorrarnos el retorno a la politiquería eleccionaria y al populismo barato de los partidos tradicionales. Se equivocó. La Argentina luego de 1982 inició un camino de 25 años de republicanismo tullido, pero ininterrumpido. La guerra que él pedía proseguir no continuó.
Hay fines nobles que se usan para la ignominia. En los años ochenta durante el gobierno de Alfonsín, el mismo pueblo argentino que había llenado la plaza de Galtieri era unánimemente democrático. Eran los “democaretas”, pululaban como hormigas. Todos se sentían depositarios de la nueva era republicana. La frase más conocida era el “yo no sabía” (lo que había pasado durante el Proceso), ni habían estado enterados de los torturados, asesinados y desaparecidos. Se habían olvidado de las campañas sobre nuestras virtudes por ser “derechos y humanos” durante el mundial del ‘78, y acérrimos patriotas al servicio del Proceso en el mundial del ‘82.
Al democaretismo de los ochenta le sucede, ahora, el “montonerismo” y ¿por qué no?: el malvinerismo. La maravillosa juventud de los setenta, la soberanía de las islas, estas y nuevas consignas se suman para cubrir con ideales a conductas e intereses que poco tienen de sublimes. El chantaje moral es un viejo artilugio para crear culpas en el prójimo y justificar posiciones de poder.
Los derechos humanos, la soberanía nacional, la democracia, son valores positivos. Sucede lo mismo con otros principios morales. Valores como Dios, la patria y la familia, en sí y por separado expresan deseos de trascendencia, arraigo e identidad con la tierra y su historia, instituciones basadas en el afecto de sus miembros. Puestos a funcionar en los esquemas de poder pueden sostener con su “espiritualidad” políticas persecutorias, totalitarias y corruptas.
Hoy tenemos a un llamado “modelo” que dice distribuir riquezas y fundamentarse en los derechos humanos. Se presenta doblemente justo, justo en lo económico y justo en lo moral. El problema es que sus líderes tienen dificultades en cumplir a satisfacción con el physique du role que les impone su misión, pero con voluntad y empecinamiento logran disipar los temores y las dudas de sus acólitos. Se apropian de los dolores de nuestra historia. Los desaparecidos y los caídos en las Malvinas les sirven para su construcción de poder. Y gracias a una intensa política cultural y el uso de un maniqueísmo tradicional, trazan una trinchera y colocan del otro lado lo que llaman “la derecha”, a quienes con unos pocos gramos más de delirio ideológico identifican con los genocidas y los neoliberales que saquearon al país. Con ese molde quieren sellar la historia. Pero la memoria no desaparece con gritos ni extorsiones. Los recuerdos hablan bajo, pero parejo.
*Filósofo (www.tomasabraham.com.ar).
Fuente
Amarcord
Algo recuerdo del mes de abril del ‘82. Fue un desastre y una vergüenza. La opinión pública parecía unánime en su fervor detrás del dictador. De la izquierda a la derecha, militares y civiles, gremialistas y empresarios, radicales y peronistas, socialistas y conservadores, artistas, periodistas y profesionales, todos estaban unidos en su apoyo a los criminales de Estado. Una vergüenza. Eso es lo que sentí, muy solo, junto a muy pocos otros solos que estaban en silencio y casi nadie con voz. Las excepciones fueron mínimas.
Por Tomas Abraham | 09.04.2010
Algo recuerdo del mes de abril del ‘82. Fue un desastre y una vergüenza. La opinión pública parecía unánime en su fervor detrás del dictador. De la izquierda a la derecha, militares y civiles, gremialistas y empresarios, radicales y peronistas, socialistas y conservadores, artistas, periodistas y profesionales, todos estaban unidos en su apoyo a los criminales de Estado. Una vergüenza. Eso es lo que sentí, muy solo, junto a muy pocos otros solos que estaban en silencio y casi nadie con voz. Las excepciones fueron mínimas.
La muerte de cientos de chicos no sólo fue trágica, sino el escudo que le ha permitido a muchos legitimarse como patriotas en aquellos actos políticos ignominiosos. ¿Qué sucede cuanto se usan valores positivos e ideales civilizatorios con fines espúreos? En mi juventud parecía más claro y definido el lugar de la reacción fascista que todavía tenía un lenguaje propio. No había como hoy comercio de vocabularios. Me fui del país en 1966 siendo estudiante. El gobierno de Onganía se decía nacionalista y católico. La ideología del régimen tenía delimitados los peligros culturales que ponían en riesgo a la patria, según ellos la entendían: los hippies, los judíos y los ateos. Estos tres grupos seleccionados por los ideólogos del “Escorial rosado”, fueron la base predicativa de lo que pocos años después le dio el contenido a la categoría de subversivo. Así declaraban sus principios quienes elaboraron la doctrina de la seguridad nacional de aquel franquismo criollo.
Al subversivo se lo suprime por lo que “es”. No se lo acusa porque haga algo, lo que exigiría un juicio por delito cometido. Por esta mancha ontológica o cualidad inherente aquellas calificaciones de la llamada “Revolución argentina”, y diez años después “Proceso de Reorganización Nacional”, volvían a justificar los procesos inquisitoriales, la quema de herejes y la caza de brujas del Medioevo. El subversivo era un traidor al ser nacional. Era objeto de una supresión ética. No era sujeto de derecho.
El general Galtieri representaba a esa concepción del mundo, y era el jefe de aquella cruzada liberadora que lograba el apoyo de todo el pueblo argentino.
Vergüenza. El uso de los jóvenes conscriptos durante la guerra, su muerte, abandono y derrota, significó la caída del régimen del terrorismo de Estado. No liberaron las Malvinas, nos liberaron a nosotros de aquellos criminales. Fue un resultado insospechado e involuntario. Esta democracia en la que vivimos hace un cuarto de siglo se la debemos a quienes fueron a entregar sus cuerpos al Sur.
Escucho voces que hoy dicen que la principal culpa de Galtieri y de sus colegas del mando superior es no haber tenido la pericia militar de conducir debidamente a su tropa. Hay quienes le reprochan flaqueza moral y su ceguera respecto de las alianzas internacionales. Pero la historia no pertenece al reino exclusivo de las necesidades, no es fatal, existe el azar. Podemos hacer otra pregunta: ¿y si a Galtieri le hubiera ido bien en la batalla y recuperábamos las islas Malvinas? ¿Cómo hubiera reaccionado el pueblo argentino si ya el primer día de la invasión llenaba plazas y cantaba el himno? ¿Quién habría sido el dueño del sillón presidencial en el ‘84, el ‘90, etc., y supremo líder de la argentinidad? ¿Hay alguien tan iluso para hacernos creer que una vez obtenida la victoria en Malvinas el pueblo habría tomado consciencia de los crímenes de la dictadura y aprovechando la oleada liberadora derrocaba también al gobierno militar? Por el contrario, en caso de victoria, Leopoldo Fortunato Galtieri tendría una estatura histórica incomparable, lo pondríamos por encima de Perón, al lado de San Martín. ¿Tenemos idea del precio a pagar por esa supuesta unión nacional detrás de un nuevo héroe? Hubiéramos ungido a un prócer no sólo considerado vencedor de la subversión, sino del imperialismo británico.
La experiencia histórica nos muestra que la capacidad de idolatría del pueblo argentino puesta a prueba varias veces, ha podido superar todo desmentido del principio de realidad.
La guerra de Malvinas fue otra tragedia de nuestra historia. Fue vivida como una encrucijada decisiva por espíritus honestos y valientes como Manfred Schönfeld, periodista del diario conservador La Prensa que publicó una lista de dos mil de-saparecidos ¡en 1978! Sus denuncias al régimen procesista le valieron un ataque físico contra su persona. Schönfeld pensaba que el espíritu de las Malvinas podía ahorrarnos el retorno a la politiquería eleccionaria y al populismo barato de los partidos tradicionales. Se equivocó. La Argentina luego de 1982 inició un camino de 25 años de republicanismo tullido, pero ininterrumpido. La guerra que él pedía proseguir no continuó.
Hay fines nobles que se usan para la ignominia. En los años ochenta durante el gobierno de Alfonsín, el mismo pueblo argentino que había llenado la plaza de Galtieri era unánimemente democrático. Eran los “democaretas”, pululaban como hormigas. Todos se sentían depositarios de la nueva era republicana. La frase más conocida era el “yo no sabía” (lo que había pasado durante el Proceso), ni habían estado enterados de los torturados, asesinados y desaparecidos. Se habían olvidado de las campañas sobre nuestras virtudes por ser “derechos y humanos” durante el mundial del ‘78, y acérrimos patriotas al servicio del Proceso en el mundial del ‘82.
Al democaretismo de los ochenta le sucede, ahora, el “montonerismo” y ¿por qué no?: el malvinerismo. La maravillosa juventud de los setenta, la soberanía de las islas, estas y nuevas consignas se suman para cubrir con ideales a conductas e intereses que poco tienen de sublimes. El chantaje moral es un viejo artilugio para crear culpas en el prójimo y justificar posiciones de poder.
Los derechos humanos, la soberanía nacional, la democracia, son valores positivos. Sucede lo mismo con otros principios morales. Valores como Dios, la patria y la familia, en sí y por separado expresan deseos de trascendencia, arraigo e identidad con la tierra y su historia, instituciones basadas en el afecto de sus miembros. Puestos a funcionar en los esquemas de poder pueden sostener con su “espiritualidad” políticas persecutorias, totalitarias y corruptas.
Hoy tenemos a un llamado “modelo” que dice distribuir riquezas y fundamentarse en los derechos humanos. Se presenta doblemente justo, justo en lo económico y justo en lo moral. El problema es que sus líderes tienen dificultades en cumplir a satisfacción con el physique du role que les impone su misión, pero con voluntad y empecinamiento logran disipar los temores y las dudas de sus acólitos. Se apropian de los dolores de nuestra historia. Los desaparecidos y los caídos en las Malvinas les sirven para su construcción de poder. Y gracias a una intensa política cultural y el uso de un maniqueísmo tradicional, trazan una trinchera y colocan del otro lado lo que llaman “la derecha”, a quienes con unos pocos gramos más de delirio ideológico identifican con los genocidas y los neoliberales que saquearon al país. Con ese molde quieren sellar la historia. Pero la memoria no desaparece con gritos ni extorsiones. Los recuerdos hablan bajo, pero parejo.
*Filósofo (www.tomasabraham.com.ar).
Fuente
lunes, 22 de febrero de 2010
Sherlock Holmes: Frases del personaje y un cuento corto para descargar
“Cuando se ha eliminado lo imposible, lo que queda, por muy improbable que parezca, tiene que ser la verdad”.
“Es un error capital lanzar teorías antes de poseer datos. Por naturaleza uno comienza a alterar los hechos para encajarlos en las teorías, en lugar encajar las teorías con los hechos”.
“¡Datos, datos! ¡No se pueden construir muros sin ladrillos!”.
Hacer click acá para descargar el cuento: "El hombre del labio retorcido"

Descripción del personaje tomada de "Wikipedia": Sherlock Holmes, personaje ficticio creado en 1887 por Sir Arthur Conan Doyle, es un "detective asesor" del Londres de finales del siglo XIX, que destaca por su inteligencia y hábil uso de la observación y el razonamiento deductivo para resolver casos difíciles. Es protagonista de una serie de 4 novelas y 56 relatos de ficción, reunidos en lo que se llama Canon holmesiano, publicados en su mayoría por The Strand Magazine. Sherlock Holmes es el arquetipo de investigador cerebral por excelencia e influyó en gran medida en la ficción detectivesca posterior a su aparición.
“Es un error capital lanzar teorías antes de poseer datos. Por naturaleza uno comienza a alterar los hechos para encajarlos en las teorías, en lugar encajar las teorías con los hechos”.
“¡Datos, datos! ¡No se pueden construir muros sin ladrillos!”.
Hacer click acá para descargar el cuento: "El hombre del labio retorcido"

Descripción del personaje tomada de "Wikipedia": Sherlock Holmes, personaje ficticio creado en 1887 por Sir Arthur Conan Doyle, es un "detective asesor" del Londres de finales del siglo XIX, que destaca por su inteligencia y hábil uso de la observación y el razonamiento deductivo para resolver casos difíciles. Es protagonista de una serie de 4 novelas y 56 relatos de ficción, reunidos en lo que se llama Canon holmesiano, publicados en su mayoría por The Strand Magazine. Sherlock Holmes es el arquetipo de investigador cerebral por excelencia e influyó en gran medida en la ficción detectivesca posterior a su aparición.

martes, 22 de diciembre de 2009
sábado, 28 de noviembre de 2009
Evolución...
"Evolución no es mejoría.
Sólo cambio,
búsqueda, deseo."
Frase extraída de la historieta Altavista 3, escrita y dibujada por Calvi, publicada en la revista Fierro número 37
Sólo cambio,
búsqueda, deseo."
Frase extraída de la historieta Altavista 3, escrita y dibujada por Calvi, publicada en la revista Fierro número 37
lunes, 26 de octubre de 2009
Alejandro Dolina defiende a Maradona
En su programa de radio "La Venganza será terrible" del 19/10, Alejandro Dolina respondió el mensaje de una oyente.
El mensaje decía: "Estimado Dolina, ¿ya no defiende más a Maradona? ¿O acaso ya no hay ningún Sargento Cruz? Vea: Ud. ayudó a alimentar al monstruo que tan bien nos hace quedar ante la prensa mundial. Cordialmente. Ingrid Hammer".
La respuesta de Dolina fue la siguiente:
"Mi respuesta es SÍ. Yo he resuelto -después de un extravío- bancar a Maradona en esto. ¿Sabe por qué? Por personas como usted. La indignación burguesa que sucedió al exabrupto de Maradona fue totalmente patética y asqueante. Un mundo totalmente hipócrita, el mundo de la radio, donde se escucha eso mismo que Diego dijo bajo emoción violenta, pero libreteado (y en la televisión ni hablemos), ese mundo se indignó. Esos tipos se indignaron. Y esa indignación burguesa me hace ponerme inmediatamente en la vereda de enfrente.
Y lo que un tipo dijo, obnubilado por el momento, por la emoción, por su propia historia, y por su propia condición, después fue repetido ad nauseam por todos los noticieros, con subrayados, subtitulados, duplicaciones, ampliaciones y circulación por Internet, por tipos que no estaban ni obnubilados, ni en estado de emoción violenta, ni perturbados por ninguna cosa, sino que lo planearon diecinueve mil veces. Esos tipos ahora se ponen en la superioridad moral de preguntarme a mí si lo defiendo a Maradona. Bueno, sí, lo defiendo. Si es contra ustedes, lo defiendo. Lo defiendo totalmente.
Y eso de "que tan bien nos hace quedar ante la prensa mundial"... ¡Cipayos provincianos que quieren quedar bien con sus supuestos amos europeos! ¡Yo no tengo ningún interés en quedar bien ante la prensa mundial! ¡No es ésa nuestra obligación! ¿Qué tenemos que quedar bien ante nadie? ¿Ante quiénes? ¿Ante gobiernos que aniquilan a sus enemigos? ¿Ante quién tenemos que quedar bien? ¿Dónde esta la Fiscalía del Universo? ¿Dónde está la reserva moral de la Humanidad? ¿En Estados Unidos? ¿En Europa? ¡Déjeme que me muera de risa, Ingrid Hammer!
Y otra cosa: muchas veces, pero muchas, en los medios se dicen cosas muy interesantes. Yo he escuchado casi revelaciones, a veces, dichas por tipos a los que yo admiro mucho. A veces son intelectuales, como, no sé, el finado Casullo, o Dubati, o José Pablo Feinmann, tipos que realmente tienen un pensamiento interesante. Otras veces son artistas, o incluso locutores, del calibre de Larrea, o de Carrizo, tipos que por ahí dicen cosas que te hacen decir "pero mirá que bien pensó éste". Bueno, a esos NUNCA, nunca los vi duplicados en los noticieros, con subtitulados y subrayados. No los vi nunca porque a esta gente no le interesa el pensamiento ni la inteligencia, le interesa la BASURA. Y entonces Maradona dice esto y ellos lo repiten ciento diez mil veces. Eso es un asco.
Así que ¿a qué jugamos? ¿Qué es esto? ¿Qué es esto de indignarse, de enojarse y de sorprenderse? Lo dice un Senador de la Nación, y es un piola. Lo dice Maradona, y aparece todo el racismo, todo el desprecio por los pobres, aparecen los de siempre, los muchachos de siempre, a indignarse: ¡oh, la cultura! ¡Nuestro embajador! ¿Qué embajador? Es Diego Maradona, viejo. Los que tienen que ser cultos son ustedes, no él. Él tiene que dirigir la Selección de Fútbol, y si lo eligieron a él, bueno, es ése, y no Pancho Ibáñez.
Así que sí, lo defiendo a Maradona. Ante usted lo voy a defender siempre".
El audio del programa:
El mensaje decía: "Estimado Dolina, ¿ya no defiende más a Maradona? ¿O acaso ya no hay ningún Sargento Cruz? Vea: Ud. ayudó a alimentar al monstruo que tan bien nos hace quedar ante la prensa mundial. Cordialmente. Ingrid Hammer".
La respuesta de Dolina fue la siguiente:
"Mi respuesta es SÍ. Yo he resuelto -después de un extravío- bancar a Maradona en esto. ¿Sabe por qué? Por personas como usted. La indignación burguesa que sucedió al exabrupto de Maradona fue totalmente patética y asqueante. Un mundo totalmente hipócrita, el mundo de la radio, donde se escucha eso mismo que Diego dijo bajo emoción violenta, pero libreteado (y en la televisión ni hablemos), ese mundo se indignó. Esos tipos se indignaron. Y esa indignación burguesa me hace ponerme inmediatamente en la vereda de enfrente.
Y lo que un tipo dijo, obnubilado por el momento, por la emoción, por su propia historia, y por su propia condición, después fue repetido ad nauseam por todos los noticieros, con subrayados, subtitulados, duplicaciones, ampliaciones y circulación por Internet, por tipos que no estaban ni obnubilados, ni en estado de emoción violenta, ni perturbados por ninguna cosa, sino que lo planearon diecinueve mil veces. Esos tipos ahora se ponen en la superioridad moral de preguntarme a mí si lo defiendo a Maradona. Bueno, sí, lo defiendo. Si es contra ustedes, lo defiendo. Lo defiendo totalmente.
Y eso de "que tan bien nos hace quedar ante la prensa mundial"... ¡Cipayos provincianos que quieren quedar bien con sus supuestos amos europeos! ¡Yo no tengo ningún interés en quedar bien ante la prensa mundial! ¡No es ésa nuestra obligación! ¿Qué tenemos que quedar bien ante nadie? ¿Ante quiénes? ¿Ante gobiernos que aniquilan a sus enemigos? ¿Ante quién tenemos que quedar bien? ¿Dónde esta la Fiscalía del Universo? ¿Dónde está la reserva moral de la Humanidad? ¿En Estados Unidos? ¿En Europa? ¡Déjeme que me muera de risa, Ingrid Hammer!
Y otra cosa: muchas veces, pero muchas, en los medios se dicen cosas muy interesantes. Yo he escuchado casi revelaciones, a veces, dichas por tipos a los que yo admiro mucho. A veces son intelectuales, como, no sé, el finado Casullo, o Dubati, o José Pablo Feinmann, tipos que realmente tienen un pensamiento interesante. Otras veces son artistas, o incluso locutores, del calibre de Larrea, o de Carrizo, tipos que por ahí dicen cosas que te hacen decir "pero mirá que bien pensó éste". Bueno, a esos NUNCA, nunca los vi duplicados en los noticieros, con subtitulados y subrayados. No los vi nunca porque a esta gente no le interesa el pensamiento ni la inteligencia, le interesa la BASURA. Y entonces Maradona dice esto y ellos lo repiten ciento diez mil veces. Eso es un asco.
Así que ¿a qué jugamos? ¿Qué es esto? ¿Qué es esto de indignarse, de enojarse y de sorprenderse? Lo dice un Senador de la Nación, y es un piola. Lo dice Maradona, y aparece todo el racismo, todo el desprecio por los pobres, aparecen los de siempre, los muchachos de siempre, a indignarse: ¡oh, la cultura! ¡Nuestro embajador! ¿Qué embajador? Es Diego Maradona, viejo. Los que tienen que ser cultos son ustedes, no él. Él tiene que dirigir la Selección de Fútbol, y si lo eligieron a él, bueno, es ése, y no Pancho Ibáñez.
Así que sí, lo defiendo a Maradona. Ante usted lo voy a defender siempre".
El audio del programa:
martes, 13 de octubre de 2009
Nota publicada en el diario "Crítica de la Argentina", escrita por Juan Carr
Fuente
OPINIÓN
Un problema de todos
Juan Carr, titular de Red Solidaria, propone unir esfuerzos para llegar al objetivo de "hambre cero" para el 2020.
Por J. Carr 13.10.2009
La comunidad argentina es muy solidaria, por un lado, pero, por el otro, no mira ni presta atención. Si no se preocupan todos los habitantes, los gobiernos no reaccionan. Nadie sabe dónde están esos hambrientos. Alguien tiene que preocuparse por ubicarlos porque, si no, ¿cómo les van a dar de comer?
A muchos de nosotros no nos cuesta nada alimentar a una persona que tiene hambre. Hay que descubrir dónde está el que necesita ayuda y no todo el mundo se pone a buscarlo.
Tenemos que ayudar al objetivo de llegar a 2020 con hambre cero. Estamos a tiempo y hay mucho por hacer. El egoísmo hace que los alimentos no se distribuyan, y eso no es sólo un tema del Estado ni del ámbito privado, sino un problema de la comunidad.
Si los argentinos ponemos una foto de un chico desnutrido, el país entero llama para colaborar. Pero hay pobres invisibles. Somos emocionales y nuestro gesto solidario dura hasta que esa foto del chico desaparece. No logramos mantener el compromiso en el tiempo.
* Juan Carr es Titular de Red Solidaria y miembro del Foro Mundial de Altos Expertos en la Lucha contra el Hambre, en Roma.
OPINIÓN
Un problema de todos
Juan Carr, titular de Red Solidaria, propone unir esfuerzos para llegar al objetivo de "hambre cero" para el 2020.
Por J. Carr 13.10.2009
La comunidad argentina es muy solidaria, por un lado, pero, por el otro, no mira ni presta atención. Si no se preocupan todos los habitantes, los gobiernos no reaccionan. Nadie sabe dónde están esos hambrientos. Alguien tiene que preocuparse por ubicarlos porque, si no, ¿cómo les van a dar de comer?
A muchos de nosotros no nos cuesta nada alimentar a una persona que tiene hambre. Hay que descubrir dónde está el que necesita ayuda y no todo el mundo se pone a buscarlo.
Tenemos que ayudar al objetivo de llegar a 2020 con hambre cero. Estamos a tiempo y hay mucho por hacer. El egoísmo hace que los alimentos no se distribuyan, y eso no es sólo un tema del Estado ni del ámbito privado, sino un problema de la comunidad.
Si los argentinos ponemos una foto de un chico desnutrido, el país entero llama para colaborar. Pero hay pobres invisibles. Somos emocionales y nuestro gesto solidario dura hasta que esa foto del chico desaparece. No logramos mantener el compromiso en el tiempo.
* Juan Carr es Titular de Red Solidaria y miembro del Foro Mundial de Altos Expertos en la Lucha contra el Hambre, en Roma.
martes, 25 de agosto de 2009
sábado, 22 de agosto de 2009
La biblia
"Cuando el hombre blanco vino, nosotros teníamos la tierra y ellos tenían la Biblia. Nos enseñaron a rezar con nuestros ojos cerrados y cuando los abrimos, ellos tenían la tierra y nosotros la Biblia."
Jommo Kenyatta
Jomo Kenyatta (20 de octubre de 1892 - 22 de agosto de 1978) fue un político africano, el primer Primer Ministro (1963 – 1964) y Presidente (1964 – 1978) de Kenia tras la independencia. Está considerado el padre fundador de la nación keniana.
Jommo Kenyatta
Jomo Kenyatta (20 de octubre de 1892 - 22 de agosto de 1978) fue un político africano, el primer Primer Ministro (1963 – 1964) y Presidente (1964 – 1978) de Kenia tras la independencia. Está considerado el padre fundador de la nación keniana.
martes, 21 de julio de 2009
Frases humorísticas
Click acá para leer frases de Woody Allen, Fontanarrosa y Groucho Marx
- Jamás aceptaría pertenecer a un club que me admitiera como socio.
- ¿A quien va usted a creer?, ¿a mi, o a sus propios ojos?
- Estos son mis principios. Si a usted no le gustan, tengo otros.
- Él puede parecer un idiota y actuar como un idiota. Pero no se deje engañar. Es realmente un idiota.
- Nunca olvido una cara. Pero en su caso, estaré encantado de hacer una excepción.
- Claro que lo entiendo. Incluso un niño de cinco años podría entenderlo. ¡Que me traigan un niño de cinco años!
- Desde el momento en que cogí su libro me caí al suelo rodando de risa. Algún ida espero leerlo.
- ¿Por qué debería preocuparme por la posteridad? ¿Que ha hecho la posteridad por mi?
- La justicia militar es a la justicia lo que la música militar es a la música.
- La inteligencia militar es una contradicción en los términos.
- Una mañana me desperté y maté a un elefante en pijama. Me pregunto como pudo ponerse mi pijama.
- La televisión ha hecho maravillas por mi cultura. En cuanto alguien enciende la televisión, voy a la biblioteca y me leo un buen libro.
- He pasado una noche estupenda. Pero no ha sido esta.
- Partiendo de la nada alcance las mas altas cimas de la miseria.
- Citadme diciendo que me han citado mal.
- El matrimonio es una gran institución. Por supuesto, si te gusta vivir en una institución.
- La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnostico falso y aplicar después los remedios equivocados.
- Es mejor estar callado y parecer tonto que hablar y despejar las dudas definitivamente.
- Bebo para hacer interesantes a las demás personas.
- ¿Que por qué estaba yo con esa mujer? Porque me recuerda a ti. De hecho, me recuerda a ti más que tú.
- El secreto del éxito es la honestidad. Si puedes evitarla, está hecho.
- Fuera del perro, un libro es probablemente el mejor amigo del hombre, y dentro del perro probablemente esta demasiado oscuro para leer.
- No puedo decir que no estoy en desacuerdo contigo.
- Detrás de cada gran hombre hay una gran mujer. Detrás de ella, esta su esposa.
- El matrimonio es la principal causa de divorcio.
- Disculpen si les llamo caballeros, pero es que no los conozco muy bien.
- Nunca voy a ver películas donde el pecho del héroe es mayor que el de la heroína.
- Es usted la mujer más bella que he visto en mi vida... lo cual no dice mucho en mi favor.
- No piense mal de mí, señorita. Mi interés por usted es puramente sexual.
- Perdonen que no me levante. (Epitafio de Groucho)
- Me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida.
- El sexo sin amor es una experiencia vacía. Pero como experiencia vacía es una de las mejores.
- El sexo es lo más divertido que se puede hacer sin reír.
- En realidad, prefiero la ciencia a la religión. Si me dan a escoger entre Dios y el aire acondicionado, me quedo con el aire.
- El dinero no da la felicidad, pero procura una sensación tan parecida, que necesita un especialista muy avanzado para verificar la diferencia.
- El miedo es mi compañero más fiel, jamás me ha engañado para irse con otro.
- El amor es la respuesta, pero mientras usted la espera, el sexo le plantea unas cuantas preguntas.
- El sexo sólo es sucio si se hace bien.
- La única manera de ser feliz es que te guste sufrir.
- La vocación del político de carrera es hacer de cada solución un problema.
- En mi casa mando yo, pero mi mujer toma las decisiones.
- No le temo a la muerte, sólo que no me gustaría estar allí cuando suceda.
- Si no te equivocas de vez en cuando, es que no lo intentas.
- Lo que más odio es que me pidan perdón antes de pisarme.
- ¿Existe el Infierno? ¿Existe Dios? ¿Resucitaremos después de la muerte? Ah, no olvidemos lo más importante: ¿Habrá mujeres allí?
- Odio la realidad, pero es en el único sitio donde se puede comer un buen filete.
- Si Dios tan sólo me hiciera una simple señal, como hacer un ingreso a mi nombre en un banco!
- No sólo de pan vive el hombre. De vez en cuando, también necesita un trago.
- Mi forma de bromear es decir la verdad. Es la broma más divertida.
- No quiero alcanzar la inmortalidad mediante mi trabajo, sino simplemente no muriendo.
- El trabajo es una invasión de nuestra privacidad.
- El cerebro es mi segundo órgano en importancia.
- No creo en una vida más allá, pero, por si acaso, me he cambiado de ropa interior.
- Mientras más brillante la luz, mayor el gasto.
- Vi una estrella caer. Pedí un deseo. Y la estrella cayó en tu casa.
- A mí no me va eso del nirvana o los jardines con minas tocando la flauta. A los dos días ya te querés cortar las pelotas. Al Cielo le pondría canchitas y un par de bares, porque en el bar estás en tu casa y a la vez estás balconeando la calle.
- Es obvio. Uno prefiere que guste el trabajo, pero a eso de escribir para los escritores yo no le encuentro la gracia. La cosa son los lectores.
- Yo me doy cuenta que con los años las manías y las locuras se acentúan, es mentira que uno se convierte en más sabio.
- Creo que si no se entiende que esto es una pasión, y las pasiones son bastantes inexplicables, no se entiende nada de lo que pasa en el fútbol.
- Por muy alta que sea una montaña, no sobrepasa su propia cúspide.
- La rosa tiene espinas, pero… ¿tiene pétalos el atún?
- Se aprende más en la derrota que en la victoria, pero… ¡prefiero esa ignorancia!
- El que nada desea, es sospechoso.
- Supe perdonar a la mujer adúltera. Mi piedra no le acertó.
- El espíritu del virtuoso es como un espejo. Te miras en él y puedes peinarte.
- He cometido el peor de los pecados. No he sido millonario.
- El tirano admite que lo odien, pero odia que se rían de él. Y más aún que le arrojen una bomba.
- Cuando el tacto vale más que el sentimiento, la amistad de la orgía no es sincera.
- El ciego, al lavarse la cara, se reconoce.
- Cuando alcancé la Sabiduría, ella me miró y dijo: “Ya me alcanza cualquiera”.
- Lo llamaron científico, estadista y pensador. Pero nunca fue tan feliz como cuando lo llamaron “Bichi”.
- Le señalé el futuro y me miró el dedo.
- Si un amigo te clava un cuchillo en la espalda, desconfía de su amistad.
- Simula reír la hiena. Pero no entiende los chistes.
- ¡Mucho se arrepentirá quien indique el camino a la bala perdida!.
- El optimista ve la copa medio llena. El pesimista, medio vacía. El borracho la ve doble.
Groucho Marx
miércoles, 27 de mayo de 2009
Frases
Siempre me causó gracia esa costumbre que lleva a los demás a felicitar al dueño de un auto o una casa nueva, “Te felicito”, dicen. Nunca te felicitan por tener una idea.Jorge Lanata
Cualquier cosa es preferible a esa mediocridad eficiente, a esa miserable resignación que algunos llaman madurez.Alejandro Dolina
Sólo con una fuerte capacidad de imaginar es posible concebir la transformación del mundo en uno más justo.Silvia Schujer
Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo.
Ernesto “Che” Guevara
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